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Narración del comentario al Evangelio según san Juan 13, 1-15 para este Jueves Santo, 28 de marzo de 2024 escrito por san Juan María Vianney. Fuente: Evangelizo.org
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IMAGE: The Spiritual Journalist | El Periodista Espiritual, 11-5-21
Evangelio según san Juan 13,1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios
San Juan María Vianney (1786-1859), presbítero, párroco de Ars. Sermón para el IIº domingo después de Pentecostés (Sermons de Saint Jean Baptiste Marie Vianney, Curé d'Ars, II, Ste Jeanne d'Arc, 1982), trad. sc©evangelizo.org
La grandeza del sacrificio de la misa
Hay que decir una palabra acerca de lo que uno entiende por santo sacrificio de la misa.
Ustedes saben que el santo sacrificio de la misa es el mismo que el de la cruz, una vez ofrecido en el Calvario. La única diferencia que existe es que cuando Jesucristo se ofreció en el Calvario, este sacrificio era visible (…).
En la santa misa, Jesucristo se ofrece a su Padre de una manera invisible. Es decir, vemos entonces con los ojos del alma y no con los del cuerpo.
He aquí, mis hermanos, abreviando, lo que es el santo sacrificio de la misa. Para darles una idea de la grandeza del mérito de la santa misa, mis hermanos, es suficiente que les diga que la santa misa regocija toda la corte celeste.
Ella alivia a las pobres almas del purgatorio, atrae sobre la tierra toda clase de bendiciones.
Rende más gloria a Dios que todos los sufrimientos de todos los mártires, que las penitencias de los solitarios, que las lágrimas derramadas desde el comienzo del mundo y todo lo que se realizará hasta el fin de los siglos.
Si me preguntan la razón, es clara.
Esas acciones son realizadas por pecadores, más o menos culpables, mientras que en el santo sacrificio de la misa es el Hombre-Dios, igual a su Padre, que ofrece el mérito de su pasión y muerte.
Ven, mis hermanos, que la santa misa es de un valor infinito.
La Palabra de DIOS y de sus santos en el Periodista Espiritual–
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